sábado, enero 08, 2005

Evanescente belleza





Aunque exhala perfume el color
Iro ha nihohe to
se marchita y cae.
chirinuru wo

En este mundo nadie
Waka yo tareso
es eterno
tsune naramu
El transitorio, espeso bosque
Ui no oku yama

Hoy he atravesado
Kefu kyo koete
Ya no veré ligeros sueños
Asakiyume mishi
Ni tampoco me embriagaré
ehi mo sesu(n)

Este poema data del siglo IX y se le conoce con el nombre de I-ro-ha. Con el se enseñaba a los niños a leer y a escribir pues contiene todas las sílabas del abecedario nipón. Trasluce el poema lo evanescente, lo breve de las cosas. Que nada perdura y que todo es menos que un sueño. La belleza de las flores y con ella la vida misma.

Sin embargo, la hondura de este poema no revierte la obsesión que hoy siente la mujer japonesa (y la mujer en general) por preservar la belleza, conservar su frescura, su fragancia de pétalo y rocío. Sobre todo de aquellas que ya pisan la hojarasca del otoño y que bajan la mirada frente al irremediable espejo.

Mientras sus pares occidentales detienen la vejez con el hábil bisturí del cirujano plástico, las japonesas atacan las manifestaciones internas y externas de la vejez de otra manera.

Para las japonesas, el concepto de belleza parte de la salud, de la nutrición, del consumo de productos naturales. Una dieta equilibrada y persistentes ejercicios físicos. Sentirse bella no sólo es sentirse o mantenerse jóven sino también sana, dueña de una figura sin excesos y una piel de adolescente.

El aporte de la industria editorial ha sido sustancial. Mantiene bien informada a la gente con los últimos avances científicos y médicos. La gente lee, y mucho. Las librerias cuentan con secciones especiales donde abundan las revistas de belleza, de salud, de nutrición, de ejercicios físicos y hasta de yoga.

Aunque cuentan con buenos cirujanos plásticos, las japonesas piensan cada vez más que la belleza y el mantenimiento de una figura ideal es una iniciativa personal que no depende de los médicos.


Por esa razón la industria de la belleza en Japón es próspera. Satisface a un mercado bien informado que demanda calidad. Además, ha sumado a sus dominios la nutrición. Las grandes compañías que fabrican cosméticos como Shiseido, Kanebo o Kosé han creado divisiones de alimentos y de productos dietéticos sanos y nutritivos.

Tienen en claro que el envejecimiento es un proceso que comienza dentro de nuestro propio organismo, y que las arrugas y las manchas de la piel son inequívocas manifestaciones de un organismo que ya no asimila adecuadamente sus nutrientes y que se deteriora.

Y en esta ola de salud y bienestar, compañías cerveceras como Kirin, Asahi o Sapporo inundan el mercado con suplementos vitamínicos, bebidas dietéticas o de bebidas que compensan el desgastes de sales y minerales de los oficinistas, de los trabajadores o de los atletas del fin de semana.

En todo caso, es una fortuna lo que se gasta en preservar "lo que se marchita y cae"

Sólo conociendo el precio de jabones, cremas, humectantes y lociones que la mujer japonesa usa cotidianamente al levantarse o al ocostarse, podemos tener una idea de lo que cuesta mantener la juventud.

El jabón espumoso de 75 gramos que sólo sirve para el cutis vale un promedio de 1.500 yenes. La loción base, otros 1.500. La loción nutritiva, 3,500. La crema rejuvenecedora, esa que borra las arrugas y suprime las manchas y pecas de la galopante senectud, puede costar, la más barata, 12,000 yenes. A eso debemos añadir las cremas blanqueadoras que blanquean, valga la redundancia, el cutis y los bloqueadores, que protegen contra los rayos del sol.

Excluyendo los cosméticos que abultan el neceser femenino, la mujer nipona gasta sólo en cremas, lociones y jabones para el cutis un promedio mensual de 18.500 yenes, unos 177 dólares americanos.

Sin embargo, la crema rejuvenecedora más apreciada en Japón es Clé de Peau, de la firma Shiseido. El pote que contiene apenas 25 gramos cuesta su peso en oro. Nada menos que 50.000 yenes, unos 477 dólares. Dicen que obra milagros.

De hecho las japonesas no escatiman en gastos cuando se trata de su belleza.

Compañías alimenticias como Everlife ha sacado al mercado pastillas de ácido hialurónico, una sustancia hidrantante que produce el cuerpo humano. Sólo un gramo es capaz de retener el equivalente a uno seis litros de agua, previniendo las arrugas y el envejecimiento del cutis.
La caja de 100 pastillas cuesta 8.190 yenes y la de 180, 12,600 yenes, entre 85 y 120 dólares.

Las compañías que fabrican electrodomésticos tampoco se quedan atrás en esto de la belleza, la juventud y la nutrición. Mitsubishi y Toshiba lanzaron en enero refrigeradoras con un compartimento especial para verduras que consigue aumentar la cantidad de vitamina C en los vegetales a través de la emisión de rayos LED fotosintético. Esto permite que la cantidad de vitamina C aumente y no se pierda al guardarse en la nevera. Se sabe que la vitamina C y E son antioxidantes que retardan el envejecimiento.

El precio de estas refrigeradoras "inteligentes" que ayudan a producir la antioxidante vitamina C pasa de los 1.500 dólares.

El sueño de la eterna juventud acompaña al hombre desde que se pudo ver reflejado en el agua de los estanques, un reflejo que se volvió una obsesión cuando inventó el espejo.

Verse jóven es después de todo una ilusión. Porque la juventud es eso, un pasaje, un paraje breve que viejos poemas como el que acompaña a este texto, celebra con sabia melancolía.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Pablo Lores Kanto