jueves, abril 20, 2006

Cortocircuito

Cada cierto tiempo (y cada vez con más frecuencia) un japonés hace cortocircuito y perpetra cosas espantosas como, por ejemplo, lanzar a un niño de nueve años desde el décimo quinto piso de un edificio multifamiliar.

El niño regresaba de la escuela con un compañero sin sospechar que al abrirse la puerta del ascensor se iba topar de narices con su verdugo.

Kenji Imai, de 41 años de edad, era un desempleado deprimido que había intentado, sin éxito, quitarse la vida. Ha confesado a la policía que sintió placer al oír el impacto del cuerpo del niño sobre la acera. Ver su crimen en la televisión le produjo un regocijo mayúsculo.

Pero había algo más. La necesidad de experimentar la sensación de matar. Algo que no le quedó muy claro con el niño, tanto así que a los pocos días y en ese mismo edificio, Imai intentó lanzar al vacío a la desprevenida anciana que se ocupaba de la limpieza.

Matar por el placer de hacerlo ya no es una novedad en las crónicas policiales de la prensa nipona. Hace algunos años, un adolescente se metió con un bate de béisbol en la vivienda de una octogenaria solitaria y le destrozó el cráneo.

El chico se había cansado de liquidar, destruir, eliminar en la pantalla de un vídeo game cientos y miles de monstruos, aliens, zombies y otras alimañas virtuales.

No se le debe echar toda la culpa a la industria de los juegos virtuales pero alguna responsabilidad tendrá en el efecto que pueda tener en la mente impresionable de un niño o perturbada de un adulto, incapaces de dilucidar la frontera que separa la realidad de la ficción. Antes de todas estas tecnologías no había tanto loco suelto, ¿o sí?

jueves, abril 13, 2006

Un domingo, 9





Como en el 2001, Lourdes Flores Nano volvió a repetir el plato en Japón. En esas elecciones presidenciales el que menos votó por ella, superando a Alejandro Toledo y al propio Alan García Pérez, con el que ahora disputa, curiosamente, el pase a la segunda vuelta palmo a palmo y voto a voto.

Lourdes obtuvo en Japón el 53, 3 por ciento de los votos; Martha Chávez el 14,8, Alan García el 7,7 y Ollanta Humala el 6 por ciento.

Lo cierto es que el 9 de abril último los peruanos en Japón prefirieron jugar casino con los naipes que le ofrecía la lidereza de Unidad Nacional, antes que jugar a la ruleta rusa con la pistola del favorito Ollanta Humala.

Aunque los fujimoristas en Japón fueron infieles con Martha Chávez, fueron sin embargo escrupulosamente fieles con el voto preferencial para elegir congresistas. Keiko Fujimori recibió el grueso de los votos, 2,375, seguido de Martha Hildebrandt, 699 y de Luisa María Cuculiza, 511. Las tres del partido del Chino, Alianza por el Futuro.

Sin embargo, las elecciones presidenciales peruanas en Japón estuvieron marcadas por el ausentismo. De los 21.000 peruanos aptos para votar, sólo concurrieron a las ánforas, más o menos, 10.000 de ellos, es decir, un 50,5 por ciento del electorado.

El restante 49, 5 por ciento prefirió quedarse en casa y disfrutar de ese soleado domingo haciendo otras cosas que formar cola frente a un ánfora o mancharse el dedo de tinta después de la votación.

La apatía de los peruanos en Japón es la misma desazón que experimentan numerosos peruanos en el extranjero, frustrados con la política canibal que se practica en el país que dejaron. Personas hastiadas que no se sienten representadas ni con los nuevos líderes ni con los políticos de los partidos tradicionales que desde hace 30, 40 o 50 años prometen el cambio, la transformación y hasta la utópica fundación de un nuevo Perú.

Bueno, esa gente prefirió ese domingo pagar la multa por no votar con tal de mantenerse lejos de la verborrea de Alan García, la fingida bondad social de Lourdes Flores y de las amenazas de pelotones de fusilamiento del comandante Ollanta Humala.