miércoles, diciembre 15, 2004

Feliz Navidad





A pesar de ser shintoista, budista y confucionista, Japón celebra la Navidad como la celebran otros países del Asia que no pueden safarse de la influencia de Occidente. Como toda celebración popular, es una fecha propicia para gastar. De hecho el consumo se dispara en este mes más que en ningún otro del año. Aquí, como en Occidente, no hay quien eche a los mercaderes del templo.

En estas fechas se importan de Taiwan, China, Singapur, Malasia y Filipinas varias toneladas de juguetes además de pinos pre fabricados, juegos de luces, bombillas de colores, máscaras y trajes de Santa Claus y todo ese magnífico decorado que adorna esta fiesta.

Durante el mes de diciembre las ciudades japoneses se visten de luces de colores. Hasta la Torre de Tokio parece un enorme árbol de navidad. Si alguien que no supiera lo que sabemos, al ver todo este jolgorio, exclamaría con admiración: ¡qué pueblo más católico es el japonés!

Para los japoneses la navidad es un abuelito dulce y obeso, de bigote y barba blanca, vestido con el uniforme de la Coca Cola, y no un bebe pobre acostado en un pesebre, dentro de un establo, entre animales, y con unos papás angustiados por la espada infanticida de un tal Herodes.

El cristianismo, como en todos los rincones del planeta, desembarcó en Japón con la espada y la cruz de los expansivos europeos del Renacimiento. El jesuita español Francisco Javier (1549) echó las primeras semillas de la nueva fe y Toyotomi Hideyoshi, un cauteloso shogun, el que pisoteó sus brotes. Su sucesor, Tokugawa Iemitsu, aún más medroso, cerró las puertas del país y apagó la luz.

Un monumento recuerda la sangre derramada por los primeros cristianos japoneses y extranjeros crucificados en estas islas. Se les conoce como los Veintiséis Mártires de Nagasaki. Fueron ejecutados en 1597. Uno de ellos era un novo-hispano, vale decir, un mexicano llamado Felipe de Jesús.

Durante casi trescientos años, Japón se encerró en su caparazón y los pocos cristianos que no renegaron de su fe pasaron a la clandestinidad adorando a Jesús y a la Virgen María en privado y cumpliendo con los ritos budistas o shintoistas en público.

Un número elevado de cristianos japoneses lo son por tradición familiar (algo parecido a nosotros que un día amanecemos bautizados y sacramentados).
Los hijos reciben de sus padres el cristianismo como un legado, un patrimonio familiar. De lo que se deduce que son cristianos porque su padre lo fue, lo fue también su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo hasta llegar, quien sabe, al siglo quince.

En la actualidad, más de un millón de japoneses (de una población de 130 millones) son cristianos. A ese número se debe sumar los cristianos de ultramar, ese medio millón de trabajadores latinoamericanos (lusos e hispanohablantes) y filipinos que día a día mueven una de las rueditas dentadas de la industria del país.

Los cristianos de América Latina le han dado a la Iglesia católica de Japón una vitalidad en momentos que languidecía. En todo caso, el ruido, la batahola, la alegría ha roto el silencio ceremonioso de la anodina misa católica nipona tan ventilada de bostezos.

Las misas se imparten en español, portugués y tagalo. Se canta a todo pulmón y de vez en cuando, el llanto de un bebe, quiebra esos silencios divinos que anteceden al sorbo de la sangre de Cristo o a la repartición oral de las hostias.

Aún es prematuro hablar del aporte de la comunidad latina a la navidad japonesa. Pasará mucho tiempo para que un pesebre con el niño Jesús y la Sagrada Familia acompañe al iluminado arbolito navideño de los hogares nipones. Quizá el "Keki Christmas", tan tradicional en estas fiestas, pueda ceder con el tiempo su lugar al novedoso Panetón, ese obeso pan de frutas que se está metiendo lentamente en el gusto japonés.

Cada año aumentan los pedidos de panetones brasileños (Bauducco) o peruanos (Donofrio) y mega almacenes norteamericanos como Costco, lo están importando de Italia a precios más competitivos, a la mitad del valor de los panetones que provienen de América Latina.

Pero, los cristianos no son los únicos que celebrarán la Navidad. Con ellos, compitiendo palmo a palmo, están las iglesias evangélicas de las llamadas Alianza Misioneras además de los Testigos de Jehová que se multiplican por doquier.

Ya no es raro ver grupos de señoras japonesas, de esas que usan gafas, peinan canas y visten faldas hasta el tobillo asomarse por los vecindarios, yendo de puerta en puerta. Cuando les abres, meten el pie en el resquicio para que no les cierres y te anuncian la venida del Señor y la posibilidad de que puedas acceder en unos minutos de plática a la vida eterna.

Cuando les dices, "nihongo, wakaranai" (no entiendo japonés) ellas responden "daiyobu" (no importa) y sin perder la sonrisa ni la serenidad, sacan de sus nutridos bolsos un ejemplar de Atalaya en tu idioma. Y los tiene en todos: inglés, francés, alemán, árabe, chino, coreano, tagalo, portugués y por supuesto, en español. No hay nada más terco que un Testigo de Jehová japonés.
Meli krisumasu! (Feliz Navidad), nos dice el Testigo al despedirse.
¡Feliz Navidad!, le respondemos.





1 comentario:

Vactor dijo...

tio pero si los testigos de jehova no celebran la navidad =S


por cierto estoy leyendo de a poco tu blog, me ha gustado bastante, felicidades