viernes, noviembre 12, 2004

Mi amigo Suzuki



Aunque la cancillería nipona hace oídos sordos a la extradición de Alberto Fujimori y busca los tres pies al gato en los expedientes enviados por las autoridades peruanas, sus tribunales no se casan con nadie a la hora de juzgar y sentenciar al que roba un banco como al que lo funda.

El ex diputado Muneo Suzuki del gubernamental Partido Liberal Democrático, PDL, fue hallado culpable de recibir sobornos, ocultar donaciones a sus partidarios y cometer perjurio en el parlamento. El Tribunal de Tokio lo sentenció a dos años de cárcel y al pago de una multa de 11 millones de yenes, unos 103 mil dólares americanos.

El proceso contra el amigo corrupto de Fujimori comenzó hace dos años. Suzuki, quien no ha ocultado su amistad con el ex presidente peruano, fue honrado por Fujimori en 1998 con la orden Sol del Perú, la máxima condecoración peruana. Se le otorgó por su valioso esfuerzo en aras de las relaciones entre ambos países.

Cuando Fujimori decidió auto exiliarse después de renunciar, vía fax, a la presidencia, Suzuki estuvo entre las personalidades políticas que lo recibieron con beneplácito a finales del año 2000.

Desde el 5 de noviembre, Suzuki, de 56 años de edad, comparte su celda con otros presos comunes. Carece de privilegios. Su influencia o poder de nada le sirve porque en los penales japoneses no hay jaulas doradas.

Tendrá Suzuki que seguir la rutina implacable y severa de un presidio que lleva un régimen de cuartel, donde las ordenes se obedecen sin dudas ni murmuraciones.

Ya lo dicen las ONG y los organismos de derechos humanos. Una cárcel japonesa no es un lugar de cómoda y agradable estancia. El preso está allí para purgar su deuda con la sociedad. Por lo tanto, lleva una vida áspera, rutinaria con horarios, deberes y obligaciones inflexibles.

En el presidio, Suzuki no tiene nombre. Se le identifica con un número. A ese número tiene que responder cuando lo nombran o lo convocan.

En Japón la justicia se muestra como un poder independiente. Si hay indicios de delito y pruebas irrefutables, va a la cárcel por igual el obrero, el empleado o el presidente de una empresa que asesina, roba, estafa o desfalca. Suzuki es un botón de muestra de un sistema de justicia que ni se amilana ni se arrodilla.

Al menos, la justicia nipona se cuida y no se ha visto involucrada en casos de impunidad escandalosa como en otras latitudes.

En síntesis, el caso Fujimori y su extradición
es una buena ocasión para comprobar el grado de independencia e imparcialidad de la justicia nipona. Por mucho menos, su amigo Suzuki está tras las rejas.




1 comentario:

juancarloslujan dijo...

Gracias por el comentario. He quedado sorprendido al ver que tengo lectoría en Japón. Tus textos también son interesantes y tienes artículos interesantes como el restaurante de la hermana de Fujimori o la hisotira de ese ex alumno de Sumo que finalmente se retiró del asunto con justa razón. ¿Qué haces por allá? Sería bueno que activaras tu perfil para conocer un poco más lo que haces en Japón. Saludos