martes, noviembre 09, 2004

Yo, robot




Los japoneses sienten una gran pasión por los robots. En su industria automotriz, al menos, ya trabajan sin pausa ni queja. Son armatostes que en nada se parecen al prototipo de robot de aspecto humano. Allí, en líneas de ensamblaje, esos robots elementales de brazos articulados, cables y aire comprimido, van armando las partes de un automóvil.

Compañías como Sony o Honda están a la vanguardia en esta tecnología. Suelen presentar cada año el mismo robot pero mejorado. Con más habilidades, menor tamaño y peso. Uno de ellos, el Asimo, tiene todo el aspecto de un astronauta con escafandra. Camina, sube escaleras, si le empujas recupera el equilibrio, saluda, estrecha la mano y puede inter actuar con la gente.

Sony tiene un robot semejante pero más comprimido. Si el Asimo mide un metro y medio, el robot de Sony no pasa de los 45 centímetros de altura. Parece de juguete, un robot de bolsillo. Y está más cerca del mercado que el Asimo. De hecho, Sony llegó primero al mercado consumidor con un robot doméstico, un perro llamado Aibo, la mascota ideal. No come, ni caga ni mea y ni se enferma. Es un jugete interactivo que viene con un montón de accesorios. Hueso de plástico incluído . Uno puede dejar el Aibo conectado en el enchufe para que se cargue toda la noche.

Pero el robot ideal, emblemático de los japoneses es el afamado Atom boy (Astroboy ) esa serie de dibujos animanos que hechizara a millones de niños. Astroboy (para los latinoamericanos) era un niño robot con corazón humano que salva al planeta de más de un villano y de más de una invasión extraterrestre.

El autómata, el robot que haga lo que nosotros no queremos o no podemos hacer es un sueño que acompaña al hombre desde que le dijeron que era una copia de Dios, una criatura hecha por Él a su imagen y semejanza.

El reloj de cuerda, con sus engranajes y resortes sincronizados, es el primer artefacto, el primer "robot" que fue capaz de capturar y hacer tangible con su tic, tac la noción del tiempo. Su mecánica interior sirvió de base para crear, desde la edad media, ingeniosos aparatos mecánicos que reproducían el movimiento humano con "muñecos" que tocaban campanas, cornetas además de hacer otros malabares.

En la literatura, el doctor Frankenstein tuvo el suyo, a partir de órganos y miembros de cadáveres que fue juntando y cociendo antes de insuflarle vida con la electricidad generada por el rayo de una tormenta atmosférica. Finalmente, su creación, una criatura horripilante, atenta contra él mismo.

La metáfora de la criatura que se rebela contra Dios, contra su creador para destronarle, es la misma ansiedad y angustia que experimenta el hombre cuando imagina o sueña un mundo compartido con los robots.

Antes de que se construyera los asombrosos robots de Sony o Honda(al que se le está buscando una función práctica y recreativa, por ejemplo, atender enfermos, velar niños o cumplir funciones riesgosas en caso de incendios o de los ya frecuentes y alarmantes escapes radiactivos), a finales de los años 50 un imaginativo escritor y divulgador científico llamado Isacc Asimov escribió el relato Yo, Robot, donde dejó sentados los mandamientos que deben regir la conducta del buen automáta.

Son tres leyes esenciales las de Asimov.

1.- Un robot no puede hacer daño a un ser humano ni, por inacción, permitir que lo sufra.2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando tales órdenes vayan contra la Primera Ley.3.- Un robot debe proteger su propia existencia con tal de que dichaprotección no vaya contra la Primera o Segunda Ley. (Manual de Robótica. 56ª edición, 2058 d. de C.» Del Libro de "Yo, Robot" de Isacc Asimov)

Basado en este libro, está en los cines del mundo el film estadounidense I, Robot, protagonizado por Will Smith y Bridget Moynahan. La película muestra un futuro inmediato plagado de robots que desempeñan las mismas tareas que los trabajadores inmigrantes regulares e irregulares cumplen hoy en los países industrializados: recolectar la basura, servir de mozos en los restaurantes, trabajar de obreros, cuidar ancianos, niños y efectuar todos los quehaceres que demanda esfuerzo, tedio o peligrosidad.

Una película con todos los elementos del género. Vertiginosa, ágil y sobre todo violenta. Y curiosamente sin una pizca de sexo. Cosa rara tratándose de Hollywood. Salvo el toqueteo que hace la Bridget Moynahan al cuerpo de Will, en toda la película no hay un solo polvo y ni siquiera un besito.

Sólo movimiento, acción. Con unos efectos especiales de ordenador que la abaratan. Que apenas si requiere actores de carne y hueso pero sí muchas escenas y escenarios virtuales. Un film donde el grueso de la torta se lo lleva el carismático Will Smith, cuyo único registro actoral es ser él mismo, repetirse con sus muecas y gestos en cada una de sus películas.
Al robot protagonista y a los miles de robots extras les pasa lo que les pasa a esos miles y miles de de trabajadores ilegales en el primer mundo. Ni se llevan los aplausos ni los créditos. Están pero no existen.


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