Y sigue temblando
Niigata sigue temblando. No ha dejado de hacerlo desde el 23 de octubre, cuando una seguidilla de terremotos, uno de los cuales alcanzó los 6,8 grados, causó 38 muertos, 2.400 heridos y dejó a unas 43.000 personas sin hogar.
En cada momento del día la televisión anuncia que un nuevo seísmo de tres, cuatro o cinco grados... ha sacudido esta región japonesa. Son tantos y tan seguidos que los camarógrafos nipones no se tienen que esforzar para grabar uno.
En el centro del país, próximo a Tokio, Niigata está al borde del mar interior de Japón. Aunque cuenta con industrias, es una prefectura eminentemente agrícola, con áreas montañosas y bucólicos paisajes. Los campos de cultivos, que separan un pueblo de otro, una villa de otra, se asemeja a un enorme damero. El aire puro y el bosque invita al turista.
Por esa razón los muertos fueron muy pocos.
Estiman los expertos que si el epicentro hubiera estado bajo la cosmopolita Tokio, ciudad erizada de rascacielos, de estrechas y laberinticas callejuelas y hacinadas autopistas, por lo menos 7.000 personas hubieran perecido. Se estaría hablando de una tragedia de obesas proporciones.
En todo caso, el terremoto que asoló Kobe en 1995, con sus macabras cifras de 6.435 muertos y 240.000 edificios destruidos es un espejo donde Tokio puede verse reflejado.
A diferencia de los sismos que ocurren en Perú, que se anuncian por los general con un ruido espantoso, como si le estuvieran abriendo las entrañas a la tierra con una filuda navaja, en Japón, nada advierte su proximidad. Ocurre de pronto. De una forma violenta. La tierra se mueve como coctelera de "barman". Sin dar la oportunidad a que la gente se ponga a buen recaudo.
El movimiento en su más salvaje y pura esencia.
Una peruana que entrevisté dos días después del terremoto de Hanshin de 1995, me contó que esa madrugada del 17 de enero, tal era la potencia del sismo que no pudo levantarse de la cama para salir corriendo y ganar la calle. Imposible de mantenerse en pie. Sólo vio, espantada, cómo se ondulaba el suelo de su apartamento y cómo corría de un extremo a otro de la pared su refrigerador.
Otra peruana que vivió el reciente terremoto en Nagaoka, un poblado de Niigata, cuenta que la sacudida fue primero horizontal y luego vertical. El día 23 vio que las casas también pueden saltar.
Los manuales de qué hacer y cómo actuar durante un terremoto, que los municipios distribuyen gratuitamente en inglés, español, portugués, chino, coreano o tagalo, es letra muerta.
Los que saben de esto, aseguran que el diez por ciento de los terremotos que ocurren en el mundo tienen lugar en Japón. Calculan los expertos que eso lo ocasionan las 2000 fallas activas que se existen en el archipiélago.
En Niigata hay tres de esas fallas. El día 23 estas causaron 1.660 deslizamientos de tierra, removieron 7000 metros cuadrados de terreno. Esos deslizamientos cerraron por completo el cauce de rios que inundaron zonas agrícolas y aldeas.
Que se sepa, no ha muerto ni un extranjero. De los 14.031 oficialmente registrados en esta prefectura, 147 son peruanos y doce bolivianos.
Miedo sí, costumbre también. Es muy raro, cuando ocurre un sismo, observar conductas de pánico o de histeria colectiva. La gente se mantiene por lo general serena. No pierde el orden, la compostura ni las prioridades. Aquí los manuales antisismo recuperan su dignidad. Su sentido.
En todo caso, los japoneses están habituados y llevan con estoicismo estas contingencias. Pueblo fuerte el japonés. Con un espíritu sometido a pruebas permanentes. Templado por tifones, terremotos, tsunamis. No se puede esperar menos de un pueblo que además ha sobrevivido a dos bombas atómicas.
1 comentario:
En Mexico también hay muchísimos terremotos.
Encantada de pasar por aquí.
Un saludo.
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