Mi querido viejo
Japón envejece. Y muy rápido. En el 2020, cada dos trabajadores tendrán que sostener a un jubilado. La proporción actual es de cinco a uno.
Un instituto local de investigación no bromea cuando afirma que la industria de las dentaduras postizas sobrepasará pronto a la del automóvil.
La población de Japón bordea los 128 millones de personas y los mayores de 64 años constituyen el 18,5 por ciento de la población. Hay más ancianos que niños o adolescentes, grupo que representa el 14,2 por ciento de la población.
En algunos distritos de Tokio, las escuelas cierran por falta de niños.
Mientras que el mercado infantil de consumo se achica, el de ancianos crece, se expande. Existe una industria que está floreciendo alrededor de ellos. Una industria que le fabrica hasta lo que no necesita. Desde pañales desechables, ropa sin botones, zapatos sin pasadores, baberos que no se ensucian, camas articuladas con temperatura, andadores, sillas de ruedas aerodinámicas, toilettes portátiles, vitaminas, ungüentos y otras pócimas que prometen devolverle sino la lozanía al menos la salud.
Ahora todo se hace pensando en el anciano. Los arquitectos diseñan viviendas sin desniveles para evitar que los descalcificados abuelitos tropiecen y se fracturen la cadera. O diseñan baños con agarraderas que impidan que se rompan la crisma.
Las empresas ferrocarrileras están pagando la deuda que tenían con sus ancianos usuarios. Están habilitando ascensores en todas las estaciones del archipiélago. Las escaleras eléctricas no aliviaron el problema, añadieron el riesgo de resbaladas y fatales tropiezos. Y por supuesto, de demandas.
Como se trata de un mercado consumidor en franco crecimiento, y con mucho dinero en el banco o bajo el "futón", las empresas de seguros han enfilado sus baterías hacia sus necesidades. Les ofrecen los más rentables planes de jubilación y de seguros. El paraíso en la tierra antes de ser cremados.
En eso, de buscar el paraíso en la tierra, se le adelantaron las agencias de viajes que cuentan en los jubilados su principal clientela.
Hasta el Gobierno está diseñando un programa que alentará la inmigración de enfermeras calificadas del Sudeste Asiático que se dedicarán a la atención de ancianos y de discapacitados.
Con un Congreso poblado de sexagenarios, los padres de la patria nipona toman las medidas ahora para resguardar esa vejez que se le refleja cada mañana en los espejos.
En fin, que no sorprenda a nadie si pronto los grandes almacenes o supermercados nipones habiliten un espacio para dejar a los abuelitos tal como ahora se deja a los niños. Con payasito y enfermera incluido.
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