martes, noviembre 09, 2004

Gato por liebre



Vivimos cultivando estereotipos. Una manera muy cómoda y ociosa de meter las generalidades en el estrecho saco de los prejuicios.

Se suele atribuir a razas y naciones virtudes y defectos que en realidad forman parte de una estructura de valores individuales antes que colectivos.

El anglosajón laborioso. El latinoamericano vago. La flema inglesa. El colombiano narco. El peruano ladrón. El argentino pedante. El alemán aguerrido. El francés romántico. El japonés honrado...

Basta echar un vistazo al diario Mainichi para echar abajo eso del japonés honrado. Leemos que en la localidad de Kurashiki, en Okayama, un comerciante daba gato por liebre, que es un decir, claro está.

A la carne de pollo importada de Brasil se le cambiada de bolsa, se le pegaba una etiqueta que indicaba que su procedencia era de Hiroshima. Venta segura. Sucede que para algunos japoneses -otro prejuicio- lo que viene del Tercer Mundo no es de calidad.

Según el Departamento de Agricultura y Silvicultura de Shikoku y Chugoku, el fraude se cometió desde el mes de agosto, delito que fue corroborado por los empleados de la carnicería.

Esquivan la ley.

El 1 de noviembre, día que entró en vigor la reformada Ley de Tránsito, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial, la policía multó a 3.645 personas por conducir y hablar a la vez por el teléfono celular. Lo que antes toleraba ahora lo prohibe.

La policía tokiota organizó un circuito de vigilancia especial en 112 puntos de las principales carreteras del área metropolitana y se embolsó, por concepto de multas, no menos de 22 millones de yenes, unos 207,500 dólares.

Poto paga.

La mujer del César no sólo debe serlo sino parecerlo. Pero, a las adolescentes japoneses esas cosas no son tan importantes. Son prácticas. En Shibuya o en Shinjuku, "niñas" de quince, dieciséis y diecisiete años de edad se ofrecen a los "salaryman" y cambian su cuerpo por un Chanell, un Cartier, un Hermes
o por cualquier marca que suene a francés o a italiano. Total, poto paga.

También asesinan.

Aunque Japón posee una de las tasas más bajas de criminalidad, los asesinatos que se cometen son espantosos. Una niña que degolla a otra en una escuela. Un adolescente que coloca la cabeza cercenada de un niño en la entrada del colegio. O el desconocido que la víspera del nuevo año 2001 se mete en una vivienda de Setagaya y pasa por cuchillo a los cuatro componentes de una familia. Una orgía de sangre.

Hasta ahora no se sabe por qué los mató ni mucho menos por dónde anda el asesino.


1 comentario:

Orlando Mazeyra Guillén dijo...

Sí pues: en todos lados se cuecen habas pero -y parafraseando a César Moro- el problema es que en el Perú "sólo se cuecen habas".
Gracias por tener la gentileza de colocarme en tu blog.